San Juan Eudes fue un hombre del siglo XVII, contemplativo, profeta, gran predicador y misionero de la misericordia. Se manifestará siempre como un renovador, pero también como un innovador audaz, porque cree en el amor misericordioso de Jesús. En Francia hubo personas que se preocuparon por ofrecer a las mujeres caídas el medio de reencontrar su dignidad, pero San Juan Eudes va más lejos y en 1641 funda una comunidad religiosa que se dedicará a esta obra: la Orden de Nuestra Señora de la Caridad. Insistió sobre la importancia de la compasión en la vida cotidiana con las mujeres abandonadas y sin medios, sobre el respeto profundo en el trato, porque la imagen de Dios que se ha nublado en ellas va a resplandecer de nuevo.
La Provincia de Centroamérica de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor cuenta su historia:
1911 llegan las primeras misioneras a tierras centroamericanas a la ciudad de León, Nicaragua, para atender a niñas y jóvenes en riesgo social y a mujeres privadas de libertad. La casa se llamaba “Casa de Corrección y de Obreras”. Las hermanas vivieron situaciones adversas y en 1917 se vieron obligadas a cerrar esta fundación.
1972 terremoto en Nicaragua, a raíz de este acontecimiento nace la comunidad de El Crucero, en Nicaragua, que orienta su acción apostólica hacia la evangelización y promoción de catequistas rurales. Además, crean un Centro Educativo para niños de escasos recursos.
Ser una entidad de referencia internacional – Hermanas y Laicos/as – que, desde la oración y la misión apostólica, da respuestas efectivas e innovadoras a la situación de riesgo social que viven las personas, desde la misericordia de Jesús Buen Pastor, que actúa con justicia, compasión y acogida; ofreciendo programas con un enfoque integral y ecológico, que genere impacto social transformador, de acuerdo con las realidades culturales de nuestros países.
Trabajamos por la dignificación de las personas afectadas por la injusticia social, la pérdida de valores y el flagelo de la trata, especialmente mujeres, niñas, niños y adolescentes; mediante un estilo de vida contemplativa, que se entrega a una ferviente intercesión, a fin de que se revele la belleza de la imagen de Dios existente en cada persona y un estilo de vida apostólica, que promueve la construcción de una sociedad más justa, a través de programas de acogida, desarrollo de habilidades personales y empoderamiento económico.
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